viernes, 3 de agosto de 2012

UN VIAJE AL PARAÍSO DE LA PROVINCIA DE YAUYOS: HUANCAYA Y VILCA

Por: Manuel Madueño Ramos

Muy pocos lugares del Perú, guardan una hermosa y singular belleza natural que se impregnan profundamente en los intersiccios del alma, como el distrito de Huancaya, provincia de Yauyos, situado al pie del cerro “Huayllahuacán”, Apu dios protector, venerados por los aborígenes desde miles de años. Y para confirmar in situ, un grupo de peruanos y norteamericanos residentes en los Estados Unidos, acompañado por este su humilde servidor, enrumbaron el 23 de enero del presente año a ese paradisiaco pueblo que publicitó el Ing. Herbert Alejandro Salhuana, hombre cultísimo amante de la historia de Yauyos y de Huancaya, pequeña tierra donde nació, creció e hizo sus travesuras.

Partimos de Lima por la carretera Panamericana Sur, teniendo a nuestra derecha el anchuroso mar del Océano Pacífico y a la izquierda el eterno desierto donde las dunas en pocas horas cambian de lugar, forma y tamaño por acción de los vientos locales. Recorrimos 154 kms hasta llegar a Cañete, antiguo valle fértil de los “Guarcu”; pronto viramos a la izquierda e ingresamos al distrito comercial de Imperial donde adquirimos algunos kilos de manzana para mitigar el hambre, pero Juan Pascual, el diligente chofer de la “Empresa San Juan” de Yauyos ya nos tenía aguardando un buen desayuno en uno de los barrios del distrito de Lunahuaná: tortilla de camarones con yuca.
Después de un pantagruélico desayuno seguimos nuestra ruta. Hicimos un brevísimo alto en el distrito de Lunahuaná, para esculpir en nuestra cámara fotográfica su Plaza de Armas y su Templo Colonial al “Apóstol Santiago”. Continuamos por Condoray, Uchupampa, Catapalla, cruzamos el puente Pacarán, Zúñiga, tomar algunas vistas de la calavera de piedra al borde del río, dentro de la jurisdicción de Chocos. Atravesamos raudamente San Juan, último pueblo de Cañete, seguimos por San Gerónimo, Huayllampi, atravesamos los dos puentes sobre el río Cacra y Tupe para llegar a Catahuasi; ambos viaductos, hoy colapsados por la crecida de sus aguas.

En un santiamén nos encontrábamos recorriendo por Canchán, Putinza, Capillucas, pasamos de largo por la laguna artificial de Chinchay, Auco, Magdalena y Tinco Alis donde se reparte la carretera. Por sugerencia del chofer nos desviamos al distrito de Laraos. Allí admiramos sus milenarias andenerías construidas en tiempos de los Sinchimarca; otro lugar idílico es la laguna de “Cochapampa” que descarga sus aguas a decenas de metros por profundidad por donde se asienta. Está sobre la loma de un cerro, formada en Época del plehistoceno, por una falla tectónica de la Cordillera de los Andes.

Regresamos por la misma vía hasta Tinco Alis, atravesamos el río e iniciamos el ascenso por un cerrado acantilado que fue abriéndose mientras seguimos por la carretera. De pronto apareció la laguna de “Piqui-cocha”. Según el Ing. H. Alejandro, cuenta que en uno de esos montes llenas de piedras históricas, nuestro amigo Sergio Armas Castro de niño apacentó sus ganados, después fue Vocal de la Corte Superior de Lima. Piqui cocha es una laguna tranquila. No se oye ni el rumor de sus olas. Estampamos algunas fotos de su verde gramado y seguimos nuestro viaje con destino de Vitis, tierra de nuestro amigo Aníbal Flores Bejarano. Es una hermosa ciudad de calles empedradas, casas de adobe de dos pisos, un pequeño Templo y una bonita Plaza de Armas adornado por unas plantas de quinual.

Observamos al fondo mágicos paisajes, caídas de las aguas que nos alegran la vida. El cielo azul sigue deslumbrándonos, son las 5.30 pm y el sol empieza a declinar. Y llegamos a Huancaya que está a 3,500 msnm y a 170 km de distancia de Cañete, al norte de la provincia de Yauyos, tiene los paisajes más bellos del Perú. Nos trasladamos con lentitud hasta el puente colonial por cuyo fondo cruza las pacíficas aguas del río, donde apreciamos toda la belleza de este lugar celestial. Las aguas bajan suavemente por el cauce de la quebrada sin hace ruido como queriéndonos decir que están en el paraíso del Mundo. Y en verdad es el templo de la belleza inigualable del departamento de Lima.

El sol sigue descendiendo y el frío se filtra por nuestras vestimentas, tenemos que abrigarnos para no enfermarnos, talvez los dioses de las montañas: Apus y los Wamanis quieren que nuestros huesos se queden en esta ciudad. Víctor Alejandro, empleado del Concejo nos da la bienvenida y nos busca uno de los alojamientos más cómodos. De igual manera aparece un viñaquino quien nos acerca y nos saluda cordialmente. Esa noche pernoctamos en este pueblo, bajo las miradas tutelares de las altísimas montañas escuchando el vago rumor de las aguas del río que se arrastra, cual una sierpe vigilante.

Al amanecer del día martes 24 de febrero, después de desayunar trucha frita nos dirigimos hacia Vilca que está a 3,800 msnm, a 17 km de Huancaya. Es otra belleza inimaginable. El agua desciende mansa y dulcemente, formando lagunas y cochas de un color azulino, verde esmeralda que contrasta con las montañas verduscas de plantas silvestres. De la parte más alta del camino divisamos al este de la lontananza, una montaña cubierta de nieve, nos dice que es el Apu “Pariaqaqa”, vencedor de “Huallallo Carhuincho”, dios de los Huarochiranos y de la Nación de los Yauyos.

Llega al pueblo de Vilca, es arribar a un territorio vedado para los mortales, morada sólo para los dioses del Olimpo y está sobre una gran explanada de terreno donde el ex Presidente Fujimori construyó un hotel. Maravillados por la belleza, no sabíamos cual de los paisajes tomar fotografías, todo era hermoso, indescriptible, fantástico. También tiene su puente colonial construido de pura piedra. Cruzamos a la otra orilla del río, para seguir gozando de esta perfección creado por la Divina, para que Yauyos sea el deleite de propios y extraños.

Con las últimas energías, escalamos al mirador “Cantagallo”. Observamos el deslizamiento de las aguas, no en choro violento como suele ser, sino despacio como descendiendo por una larga escalera, descansando en cada peldaño, dando elegancia al espectáculo, haciendo al paisaje más cautivador. Y llegó la hora de volver; con mucha penas dejamos la tierra bendita, haciendo promesa de regresar algún día. Al volver ingresamos al distrito de Alis, donde nos deleitamos con el imponente y grandioso túnel, por donde pasa la vía. Obra colosal construida por brazos de gigantes y no por hombres. Una maravilla.



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