sábado, 30 de abril de 2011

El 1º de Mayo y los trabajadores peruanos

por GUSTAVO ESPINOZA M.
Ex Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú - FEP
Ex secretario General de la CGTP
Ex Diputado (1985 - 90)
Del colectivo de dirección de Nuestra Bandera
gustavoe1941@yahoo.es

Un tanto distantes en el tiempo, pero siempre muy cerca de nuestra conciencia y nuestro corazón, están las acciones y las luchas desarrolladas para la conquista de las 8 horas y que dejaran como secuela la celebración del Día Internacional de los Trabajadores.

También han quedado atrás -y acaso en el olvido- muchas de las que tuvieran lugar en nuestra patria a todo lo largo del siglo XX, y que sirvieran para afirmar el papel de los sindicatos en momentos decisivos de la vida nacional.

Ella -la vida nacional- nos ha puesto, sin embargo, ante un nuevo escenario que tendrá incidencia fundamental en la conmemoración del 1 de Mayo en nuestra patria.

Después de muchos años, en efecto se abre en el Perú una nueva perspectiva de cambio social. Ella se despejará en forma definitiva el 5 de junio, pero se afirma ya en el acontecer cotidiano dado que responde a una situación concreta en la que las fuerzas del progreso y el desarrollo baten con largueza a la Clase Dominante, sus exponentes electorales y a sus voceros de turno.

En realidad, esta sería la cuarta ocasión en la que los trabajadores peruanos viven en la antesala de un cambio notable que incidirá significativamente en sus luchas pero, sobre todo, en la perspectiva de su desarrollo.

Antes, en 1945 tuvimos la experiencia del Frente Democrático Nacional, que naufragó básicamente por la inmadurez del movimiento y la debilidad de las organizaciones populares llamadas a afirmar el cambio. Luego, vino la experiencia militar de 1968 que, bajo la conducción del general Juan Velasco Alvarado, tuvo una notable incidencia en nuestra historia. Ella, los trabajadores, liderados vigorosamente por la CGTP, jugaron un honroso papel que incrementó su autoridad y su influencia en el país.

Quebrado este proceso antiimperialista, por la traición de algunos mandos castrenses y por la falta de unidad y cohesión de nuestro pueblo; fue el surgimiento de Izquierda Unida el que puso al país ante una nueva esperanza. El sectarismo, el caudillismo y el espíritu estrecho de varias de las estructuras partidistas de la izquierda peruanas, dieron al traste con este apreciable movimiento y esto dio lugar también a que se frustrara la posibilidad de avance del movimiento popular.

Hoy las cosas han marchado de manera distinta y para los trabajadores asoma una nueva posibilidad de avance. Bien puede decirse en este caso que la aurora que se diseña ante los ojos de los peruanos, constituye la secuencia natural de una noche larga y oscura.

En la nueva etapa, los sindicatos podrán lugar un papel trascendental a condición que hagan valer su fuerza, consoliden su disciplina y alcancen la moral de productores de la que nos hablara José Carlos Mariátegui.

El previsible triunfo electoral de Gana Perú, no será fácil. Ni resultaría lícito tampoco que los trabajadores piensen en la posibilidad de beneficiarse de él, sin que eso les exija la cuota de sacrificio elemental que siempre han aportado en las etapas decisivas de nuestra historia. Los sindicatos -matriz de la clase y eslabón fundamental para sus acciones más definidas- deberán jugar un papel protagónico en estas semanas previas a la victoria del 5 de junio. Y eso pasa por ganar a la ciudadanía y enfrentar con firmeza la ofensiva de pánico desatada por la reacción a través de los más variados procedimientos.

Ninguna victoria alcanzarán los trabajadores sin que les cueste obtenerla. Por eso, hoy se requiere poner en tensión todo el arsenal social del que se dispone para derrotar a la Mafia y alcanzar, con todo el pueblo, una victoria electoral concluyente en la jornada que se avecina. Para este efecto, la organización sindical, la unidad de lucha de los trabajadores y la conciencia de clase que ellos muestren, serán herramientas decisivas, que permitirán asestar un duro golpe a la reacción y abrir el cauce para los cambios que el país demanda.

Y es que, en efecto, la lucha de los trabajadores no podría - nunca pudo- circunscribirse al plano laboral y reivindicativo. Se ha proyectado siempre, por la naturaleza misma del movimiento sindical, al conjunto de la sociedad, de modo tal que sus exigencias se han hecho carne y sangre de los pueblos en la batalla nacional liberadora.

Por eso se ha dicho siempre que la lucha sindical responde esencialmente a una concepción de clase. Es decir, a una política de clase en la que se complementan y adicionan los intereses inmediatos de los trabajadores con las demandas históricas de nuestro movimiento.

La batalla contra el poder del Imperio y por romper la dependencia que nos ata al capital financiero, la lucha por sustraer al país del dominio de la oligarquía y los segmentos sociales que la acompañan, la tarea de construir un orden social nuevo, más humano y más justo; está escrita en la primera página de la cartilla sindical de nuestro tiempo y a ella debemos responder todos los que siempre hemos combatido con firmeza por tan invicta bandera.

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